martes, 20 de diciembre de 2011

El otro día conocí al hombre perfecto...

La semana pasada en una reunión de trabajo conocí al hombre al que siempre había idealizado como:

LA PERFECCIÓN PERSONIFICADA

Había hablado con Perfecto (por ponerle un nombre) el día anterior para concertar la reunión, y ya telefónicamente me pareció un tío simpático. Generalmente cuando trato con los clientes no estoy precisamente pendiente de si son más o menos simpáticos, o símplemente tratables, porque lo que voy buscando es que me atiendan, me faciliten los datos que necesito y poco más... También prefiero que la personalidad de mi interlocutor no interfiera a la hora de cerrar un acuerdo, porque si no en algunos casos sería bastante complicado.

Eso sí, después de transcurrido un tiempo y por lo general, con algunos clientes suelo desarrollar una relación bastante más personal que profesional. El tratar mecánicamente a la gente no es lo mío, por lo menos después de conocerla y tratarla casi a diario.

Bueno, que me desvío como casi siempre.

La verdad es que mientras iba de camino a la reunión tenía bastante curiosidad por conocer a Perfecto, cosa que nunca me había pasado con otros clientes. Supongo que debió ser el sexto sentido femenino este que dicen que tenemos, pero si queréis que os sea totalmente sincera, iba casi casi hasta nerviosa.

La puerta del despacho de Perfecto era de cristal biselado, por eso cuando hice la llamada de cortesía no pude verle, pero sí adivinar su silueta detrás de la puerta, la silueta de un tipo alto y delgado.

Al contrario de lo que podría pensar, cuando pasé a ese despacho no me puse nerviosa para nada. Aunque debo reconocer que lo que vi me gustó.

Como os contaba en la entrada anterior, mi complejo de inferioridad siempre me ha hecho ponerme muy nerviosa cuando me he enfrentado a personas que me han gustado-admirado. Y cuando digo nerviosa, es hasta niveles del tartamudeo y el temblor de manos... creo que ya os lo conté hace tiempo en otra entrada.

Pero en este caso al reunirme con Perfecto me sorprendí a mi misma, increíblemente tranquila y con todo el poder e iniciativa en la conversación.

Perfecto, además de alto y delgado, es guapísimo (o lo que yo entiendo como guapo), lleva un corte de pelo ideal, viste perfecto (para mi gusto) y fue mucho más simpático que cuando hablé por teléfono con él, además de gracioso y amable. Si me pongo materialista también podría calificar como "virtud" que Perfecto es economista, habla inglés y también fue comercial.... vendiendo masters. El colmo de mi remate fue cuando me dijo que le gustaba el rock. Y no sé por qué, me soprendí a mi misma mirándole las manos a ver si llevaba anillo.... y no, por supuesto que no lo llevaba. Tenía el despacho revuelto, algo que me da sensación de ser un sitio "trabajado" y cuando entré se mostró sorprendido por mi vista (habíamos quedado el día anterior) y se puso a ordenar papeles y a enseñarme sus notas, como cuando tienes una visita inesperada en casa y te pones a recoger la ropa que tienes por enmedio. La verdad es que ese momento me resultó bastante cómico, no lo voy a negar.

Si esta situación se hubiera producido hace cuatro años, probablemente yo hubiera salido de ese despacho flotando y de la escasa media hora que duró la reunión, me hubieran sobrado veintiocho minutos para enamorarme de ese hombre como una loca. Y lo de loca lo digo casi literalmente, porque mientras fui (más) jovencita, lo mio no eran enamoramientos, eran obsesiones (como la canción jaja)

Pero en vez de eso, cuando me marché, mientras bajaba la escalera que separaba la entreplanta de la calle pensé las siguientes conclusiones:
  • Me ha contado su vida en menos de media hora.... mmmmm...
  • Ha sido taaaaaaaaan simpático conmigo sin conocerme de nada..... mmmmm...
  • Ha tratado de "arrimarse" a mi en la mesa de reunión con excusas baratas..... mmmmm...
  • ¿Se le termina el contrato en apenas un mes y no le van a renovar? mmmm.....
  • Ufffff, este tío tiene que tener un lado muuuy oscuro porque tanta perfección no puede ser real.
¿Sabéis qué?

Desde que he conocido al hombre perfecto desconfío más de la perfección.

Virgencita que me quede como estoy.



11 comentarios:

Lileth dijo...

A mi me suele resultar, cuando menos, sospechosa. Pero, ¿y lo que disfrutaste?

Un besote

Ana M. dijo...

Sí, fueron treinta minutos de fassssscinación jajaja!!

Esteban dijo...

Ana las apariencias engañan!!! Yo trato a diario con mucha gente y te lo puedo asegurar!!!. Un beso

Cleo dijo...

Jejeje...pero y el buen rato que pasaste...

Mil besos guapa

Sandra dijo...

La perfección solo existe en nuestro interior, vamos en que a nosotros nos parece perfecto, pero luego resulta que de perfectito na de na!.

Anónimo dijo...

No es oro todo lo que reluceeeee! Anita cuidadín jajaja
Pobrecitooo, a lo mejor es tal y como se muestra, hay que dar una oportunidad a la gente. Mantenlo en observación.


Besitos
Stela

Ana M. dijo...

Stela, prefiero a mi "hombre imperfecto", que como yo también soy bastante imperfecta hacemos buena pareja jaja!!

NIKITA dijo...

Estoy con Esteban, las apariencias engañan! Yo también desconfiaría de alguien tan perfecto...me gusta la gente con imperfecciones sobre todo porque yo tengo un millón de defectos...!!

Anónimo dijo...

Ana, ay, el espidi NPHS cuando lo vean las cuñadas..... Muy fuerte!!!

Ana M. dijo...

Mis cuñadas se conforman con un espidi de tienda local. En mi familia "semos asín" de humildes jaja!

Anónimo dijo...

Es que este es tienda local, ese es el conceto. Moriros de hembidia.